Con los Premios Oscar a la vuelta de la esquina y para perpetuar una pequeña tradición personal, creo conveniente escribir una entrada acerca de ese galardón que vio la luz por primera vez hace quince años, ese tan imprecisamente llamado «a mejor película animada».
Por supuesto que nadie cree en la justicia de la asignación de los premios (y no, no me refiero al «pobrecito» de Leonardo DiCaprio). Los intereses materiales de los galardones de cine más famosos del mundo condicionan, no solo la entrega de los premios, sino su mismo proceso de nominación. Aquí algunas de las condiciones:
- Haber sido estrenada entre el 1 de enero y el 31 de diciembre del año anterior a la gala de los premios, y obligatoriamente en Los Ángeles, excepto aquellas que compiten a Mejor película de habla no inglesa.
- Las películas extranjeras deben estar subtituladas al inglés y ser la única representación de su país, una nación sólo puede presentar una de todas sus películas estrenadas al año para competir.
(Fuente: Sipse)
En fin, que queda en clara duda si realmente se trata de galardones globales de cine. Se podría decir que, más bien, lo único a lo que contribuyen es a perpetuar el terrible monopolio de Hollywood y lo que esto conlleva: la falta de pluralidad de temas, el escaso apoyo al cine independiente, la limitadísima selección de películas en las carteleras de los cines, la hegemonía estadounidense dentro de los medios, la manipulación de masas, la imposición de ideales, cultura popular, cánones y estándares internacionales, y los recursos propagandísticos (como eso de que los malos siempre son rusos, árabes o latinos; que los gordos nunca son protagonistas, sino los mejores amigos de los «guapos»; o que la diversidad racial se asigne como con un cuentagotas de forma artificial: «eh, pon a una mulata ahí, junto a ese árbol, va a ser un detallazo»).
El premio a la Mejor película animada del año es sospechoso porque no existe una lista de criterios en el que se tenga que basar el equipo de votantes, pero todas las películas que ganan son de un parecido inmenso. Así que, sí, hay una lista de criterios no escritos, y yo he intentado reconstruirlo:
- La animación, digital
Hay estudios que siguen animando sus películas manualmente, mientras Pixar, Disney y DreamWorks no abandonan el terreno digital. Además están las obras maestras de stop motion de toda la vida, como la grandísima Coraline o la nominada este año Anomalisa de Kaufman. ¿Qué tipo de animación tiene más valor? Desde luego los ejemplos de películas analógicas tienen un valor casi artesanal, y el trabajo que conllevan las figuras de modelaje es inmenso. No desdeño la animación digital, porque tiene también mucho trabajo detrás, pero me parece raro que solo estas se lleven el premio año tras año.
Trailer de Anomalisa con subtítulos en español
- Las películas tienen que ser de algún estudio (famoso), el estudio tiene que ser americano y, si se llama Walt Disney, mejor.
De catorce premios otorgados hasta la fecha, nueve han sido para Pixar y Walt Disney (trabajando en conjunto), el resto, Paramount y DreamWorks, también son de estudios americanos. La única película extranjera que ha ganado el Oscar a Mejor película animada ha sido El viaje de Chihiro (2002), aunque vale la pena mencionar que el estudio había cedido los derechos de video y distribución a Disney. Además, El viaje de Chihiro fue la primera película en la que Hayao Miyazaki experimentó con la animación digital (volviendo al punto 1).
Países como Bélgica, Francia, Irlanda y Japón, con una gran tradición de animación y excelente calidad de cine animado, se han visto siempre renegadas a las sombras, a excepción de sus fútiles y espaciadas nominaciones a los premios que nunca ganan (Ernest y Célestine, Las trillizas de Belleville, Persépolis, Un vie de chat, El secreto del libro de Kells, La canción del mar, El viento se levanta, La princesa Kaguya, El castillo ambulante).
La novedad de este año es la nominación de una película brasileña, de preciosas ilustraciones y colores, y una estética muy original. A pesar que damos casi por hecho que ganará Intensa-mente, no deja de ser digno de mención este pequeño cambio en el patrón de las nominaciones.
- Público infantil
Grandes películas animadas que merecían sin duda alguna el premio han sido desbancadas año tras año frente a películas para niños. Así, Persépolis, La princesa Kaguya y las dirigidas por Sylvain Chomet, Las trillizas de de Belleville y El ilusionista, se han tenido que contentar solo con nominaciones. No esperamos que este año Anomalisa o El recuerdo de Marnie tengan mejor suerte.
Desgraciadamente, la idea de que la animación es solo para niños está muy extendida en el mundo, y a esta errónea concepción contribuyen Hollywood y los premios Óscar. Ya la categoría en sí, para muchos, es sinónimo de «mejor película infantil», cuando el cine de animación para adultos es un mundo fascinante y que vale mucho la pena explorar.
- Más y más y más premios
Generalmente, y no solo en esta categoría, los premios Oscar favorecen a películas que ya han obtenido otros galardones. La desventaja de las películas animadas es que, comúnmente, son solo nominadas, fuera de los Oscar, las películas anglosajonas, especialmente americanas, pero también algunas del Reino Unido. Este año, por ejemplo, La oveja Shaun parece tener más ventajas que las otras competidoras extranjeras (El recuerdo de Marnie y El niño y el mundo) porque estuvo nominada a los Globos de oro y a los BAFTA (ambos premios los perdió frente a Intensa-mente), mientras que ninguna película de habla no-inglesa alcanzó siquiera la nominación.
Siguiendo estos criterios no escritos, la clara favorita es la entrega de Disney de este año, Intensa-mente. Claro está que nunca nos podemos fiar del todo de nuestras previas, porque los premios Oscar tienen un último criterio que ha añadido un factor sorpresa en más de una ocasión: los turnos. ¿Quién nos asegura que este año, porque Pixar y Walt Disney han ganado los últimos tres años consecutivos, no termine triunfador algún otro estudio? Tendremos que esperar a la gala de mañana, con esas terribles traducciones al castellano, con tres segundos de retraso y silencios sospechosos en los momentos en los que la audiencia estalla en carcajadas. Pero los premios Oscar son un suplicio por el que hay que pasar todos los años.
R. Torrealba T.