Arrugué tu vientre en estrías
y desgarré tu vagina
porque me obligaste a nacer.
Creo que yo no quería,
y por eso luché para quedarme.
Llegué al mundo
en los estertores de un mamífero hinchado
que se arrepentía de parirme
mientras yo me arrepentía de nacer.
Por eso lloraba,
porque nací del esputo y la sangre,
de fluidos canónicamente negados.
Yo salí del desperdicio,
de la diarrea parturienta,
del grito y el desgarro,
de la ruptura, de la herida,
bautizada por las aguas turbias
a las que yo quería volver.
María Rey Campo