Mucho han cambiado los tiempos desde que la palabra era valiosa, el respeto era un bien preciado y los secretos un tesoro bien custodiado por sus dueños. Y es que, por más que haya que adaptarse, hay cosas que no deberían cambiar nunca.
Si observamos a nuestro alrededor, se puede ver una inmensidad de réplicas de un mismo modelo, lo cual hace pensar: ¿Dónde quedó la personalidad propia? Estos modelos no sólo se limitan al área física sino que también abarcan el aspecto psicológico así como la conducta. No es lo único que ha cambiado; Las nuevas tecnologías han abierto un universo completamente nuevo, lleno de posibilidades en el que todo el mundo puede autoabastecerse de conocimiento y, sin lugar a dudas, han facilitado importantes aspectos de nuestras vidas. No obstante, están perjudicando de manera considerable a una sociedad que cada vez es más objeto de manipulación. Da la impresión de que la existencia de una gran mayoría no se consuma hasta que no es materializada en pantalla y con fondo azul. Entre las posibilidades que brindan las nuevas tecnologías está el de la falsa apariencia, que ya no sólo se limita a la imagen que queramos mostrar al mundo (generalmente magnificada), sino que también involucra la concepción de “amistad”. ¿Cuántos amigos tenemos? ¿Cómo de solos estamos? ¿Cuántos de esos amigos son verdaderos? Son preguntas que muchas personas eluden por temor a ser golpeados por la cruel respuesta de la realidad en la que viven.
Ha pasado a ser muy sencillo “preocuparse” por el prójimo mostrando cierta omnipresencia fraternal que evapora la sensación de soledad y difumina al mismo tiempo la percepción de amistad. Pero, como bien deberíamos saber todos, el vapor termina volviendo a su estado original. Si nos detenemos a pensar y desfragmentar nuestro universo personal, veremos que es muy fácil teclear cuatro palabras, pero es más fácil aún tener la sensación de que la otra persona está a nuestro alcance como apoyo incondicional. Sin embargo, de los miles de mensajes que intercambiamos a la semana, ¿cuántos van acompañados de presencia física? ¿Dónde están esos amigos cuando lloras en soledad? ¿Dónde están cuando te encuentras al borde del abismo? ¿Dónde están cuando caminas hacia el precipicio? Y lo que es más importante aún… ¿Dónde están cuando te quedas sin batería? Visto desde este punto de vista, resulta que el mejor amigo de la humanidad está pasando a ser una pantalla inerte. Las respuestas reflejan que lo que no ha cambiado es el hecho de que los auténticos amigos se cuentan con los dedos de una mano, muy a pesar de la sensación que ofrece la tecnología. Sin embargo, nunca es tarde para hacerse amigo de la razón. Dijo Franklin que para conocer el valor del dinero hay que intentar tomarlo prestado, yo digo que para conocer quién es tu amigo, intenta quedar con él. Reflexionen, “amigos” míos.
C.