The ship
¿Por qué no miras al humo saliendo del té?
Es infinito.
Y el vaso lleno que aun quema,
cuando no me lo puedo beber
y se queda sobre la mesa.
La espera, el silencio.
I’m up in the woods,
I’m down on my mind
I’m building a sill to slow down the time.
Es ese momento, antes del acto
En el entretiempo,
O interludio
(pues siempre hubo un acto anterior)
es en el que puedes encontrar la madera,
el sonido,
el agua rompiendo,
la hoja en la cima,
Lo ruidoso del tiempo
O la erosión de la caricia
que no bordea tu cama.
I’m finding some roots,
I’m clearing my mind,
I’m building a bridge
To cross flying by.
A la vieja escuela
Hoy me he sentido, por una buena parte del día, rica.
Afortunada, dotada con el dardo,
el dardo en la palabra.
A pesar del aula en el que solo se oyen teclas
y una voz lineal.
Baja. Constante. Sin altibajos,
que viene desde arriba,
que dice fechas,
enumera apellidos
y repite etiquetas.
Lanza preguntas que
enseguida se responde
“Inequívoco sesgo liberal”
oigo,
«poesía del intelecto, desprendida del “yo”».
Me caen mal los inequívocos.
Y veo apuntes que se lo creen,
Veo ideas de la voz caduca que se tatúan en la hoja nueva,
fresca, propia de cada alumno
¿es el alumno el siervo?
Siento rabia.
Me he quedado mirando por la ventana
y la voz seguía sonando.
Alguien ha hablado, pero la voz a retomado el discurso.
Me he puesto de pie en la mesa
Y las palabras ensayadas han taladrado.
Más fuerte.
Entonces he dejado de sentirme rica
He dudado de mi dardo en la palabra,
por no poder encontrar la palabra exacta,
–que no es exacta–, para describir este aburrimiento,
esta unidad sin partes que es el aula,
esta doctrina de momias,
estos dictadores de dictados
sin pasión,
Sin apertura,
con indiferencia,
con miedo a la digresión,
Sin creencia a la idea
que siempre es
o debería ser
Eternamente Nueva.
Ángela Arambarri