Corrí sin descaro de toda esa niebla que me atiborraba, que me emborrachaba, que entorpecía mis pensamientos, libres, luchadores. Nunca fui esclavo de los prototipos ni de los juicios. Jamás quise divagar entre lo ético y lo inmoral. Fui tachado de libertino, de cretino, de maltratador de la sociedad. Pero ¿quién maltrata más que la propia sociedad sin libertad? Luché, permití, soñé, amé. Amé la vida por encima de todo, pero nunca puedes amar una vida que retrasa tus progresos, que desgarra tus derechos. Caí, me volví a levantar, me uní. Unión como símbolo de fuerza. Asesiné convirtiéndome en el asesino más sanguinario, buscando el color rojo, sangre roja, que nos recuerda que vivimos una vida muerta. Asesiné un gobierno perdido, asesiné una opresión, asesiné la pobreza, asesiné la jerarquía. Y así, es como realmente aprendí que es volar, que es soñar, que es vivir, que es aprender, que es amar la vida y que es amar una sociedad; sociedad humana donde todos compartimos sangre y sentidos.
Ana Zaballos
Me encanta.
Me gustaMe gusta