El espacio público, donde se dialoga y se construye, está sometido a continuos ataques por parte de aquellos cuyo objetivo no es el bien común sino el beneficio propio. Así en la Atenas de Sócrates aparecieron los sofistas, que cobraban por enseñar a triunfar en política; así en las asambleas del Movimiento 15-M Arturo Pérez-Reverte comprobó “cómo el demagogo ocupaba el lugar, cómo el discurso retórico sustituía al discurso racional, cómo el más populista y el más bruto sustituía al más listo.”
En el estudio de la salud humana, la viruela -erradicada ya- se considera una de las enfermedades más terribles de la historia: fue devastadora desde que surgieron las primeras poblaciones, asoló Europa durante miles de años y de la mano de Hernán Cortés hizo lo propio en el continente americano –siendo incluso más efectiva que su ejército-. Algunos cálculos estiman que durante el siglo XX las muertes por viruela ascendieron a más de 300 millones de personas. No obstante, mucho antes, a finales del siglo XVIII, el científico inglés Edward Jenner –cuya “existencia la humanidad no podrá olvidar”, dejó escrito Thomas Jefferson-, ya había elaborado la primera vacuna contra la mortal infección, pero esta práctica de inmunización no estaba aceptada por la comunidad científica de la época.
En la actualidad, las vacunas son aceptadas por la comunidad científica y han conseguido que, en países desarrollados, olvidemos enfermedades otrora temibles. Lamentablemente, en los países empobrecidos se producen numerosas muertes por infecciones prácticamente ausentes en los países ricos; de hecho, se estima que más de cuatro mil niños mueren cada día por falta de vacunas. La práctica de la vacunación, en estos países empobrecidos, hace frente a tres importantes obstáculos: el coste económico, mantener la viabilidad de las vacunas desde su fabricación hasta su uso, y superar el rechazo y desconfianza de la población hacia las mismas.
En las sociedades avanzadas hay modas que obedecen única y exclusivamente a la estupidez humana. En 2014 se supo que en los barrios ricos de Los Ángeles (Estados Unidos) el porcentaje de niños sin vacunar era similar al de Sudán del Sur, uno de los países más pobres del mundo. De este modo, el movimiento anti-vacunas ha conseguido que la tos ferina, el sarampión o la difteria, enfermedades prácticamente erradicadas en países desarrollados, hayan reaparecido con casos mortales.Y es que mientras voluntarios y cooperantes dan su vida para llevar las vacunas a los lugares más necesitados del planeta, otros ponen en riesgo la suya y la de los demáspor ignorancia.
La ignorancia patente de la ciudadanía en temas científicos de importancia vital es aprovechada por ciertos colectivos para imponer sus intereses. En España, el movimiento anti-vacunas lo lidera La Liga para la libertad de vacunación, cuyo máximo exponente es Xavier Uriarte. Uriarte asegura, en una entrevista, que “lo mejor que podemos hacer en salud pública es no vacunar.” Entre sus argumentos, que son asunciones infundadas, la relación entre vacunas y daños neurológicos, autismo, enfermedades tumorales y, para rizar el rizo, retrasos evolutivos. Tales lúcidas conclusiones le han permitido ser co-coordinador de cursos de “medicina naturista” en la Universidad de Barcelona y en la Universidad de Girona.
Uriarte se opone a la “medicina oficial”, la cual, según los defensores de terapias alternativas, manipula la información y excluye otras prácticas para mantener su estatus. Conciben la “medicina oficial” como un ente discriminador y totalitario que no admite puntos de vista diferentes. Pero lo cierto es que estos defensores de lo alternativo pretenden dominar el espacio público -donde también cabe la opinión de las minorías- sin someterse a sus exigencias: el análisis exhaustivo y la crítica racional.
Y es fácil entender el porqué de esta actitud huidiza frente a la razón crítica. Valga como ejemplo las afirmaciones de Xavier Uriarte explicando, sin ninguna evidencia, que “no han sido las vacunas las que han hecho disminuir las infecciones” sino que se debe a factores como “la baja demografía y la gran entrada de sol” y “el fenómeno de la violación”; o que “la gripe es un proceso metabólico que necesita el cuerpo.”
Por tanto, sorprende conocer que muchas universidades españolas hayan ofertado cursos de terapias alternativas y otras pseudociencias, si bien la oposición de la comunidad científica ha conseguido mayoritariamente su cierre y trata de evitar la incorporación de otros nuevos. Algunos de los “logros” de los defensores de terapias alternativas son: el máster en Medicina Naturista en la Universidad de Barcelona -que se cierra este año-, el máster de Medicina Naturista, Acupuntura y Homeopatía en la Universidad de Valencia, que tuvo hasta nueve ediciones -la última terminó en 2015-; el curso de Especialista Universitario en Homeopatía en la Universidad Pública de Navarra -tuvo fin en 2010-; otros cursos de pseudociencias tuvieron lugar en la Universidad de Zaragoza, en la Universidad de Córdoba, en la UNED y también en la Universidad de Salamanca.
Llegados este punto, cabe preguntarse cuál es el objetivo de esta apropiación por la fuerza del espacio público. La Liga para la libertad de vacunación cuenta con la Red Española de Información sobre las Vacunas, compuesto por personas que, casualidad, poseen clínicas de homeopatía y otras terapias alternativas. Haciéndome pasar por un futuro padre pregunté por correo electrónico a algunas de estas personas si debía o no vacunar a mis hijos.
Jesús Gil Moreno, que se presenta como osteópata y posee una clínica en Logroño, asocia la vacunación con daños cerebrales y deficiencias mentales “un 99% provocadas por las vacunas.” A mi pregunta sobre los casos de muerte de niños no vacunados publicados por los medios, Jesús Gil se limita a contestar que “los medios de comunicación venden noticias verdaderas y falsas” y que yo no sabría distinguir unas de otras. Por otra parte, Andrés Ursa Herguedas, homeópata en Valladolid y que ha participado en una ponencia sobre terapias naturales en la Universidad de Salamanca, me ofrece una asesoría informativa por 20 €, y por 50€ un estudio clínico con fines preventivos.Ya para terminar, Joaquín Peleteiro Bandín, homeópata en Palma de Mallorca, me asegura que puede proporcionar un tratamiento homeopático como alternativa si decido no vacunar a mis hijos: dos o tres sesiones a intervalos de entre uno o dos meses, a 80 € cada visita.
Entiendo.
Juan Andrés Moriano