Sumergirte en las fotografías del japonés Daikichi Amano (Tokio, 1973) es bucear entre fantasías incómodas, repletas de figuras mitológicas marcadas por la desnudez, la naturaleza y la leyenda.
Daikichi Amano muestra dos perspectivas del ser humano. La primera de ellas analiza la real naturaleza humana. Las imágenes concentran un carnaval de cuerpos femeninos desnudos que se metamorfosean a través del mestizaje del cuerpo y elementos orgánicos —madera, plumas, insectos, pulpos— en un híbrido que cruza la barrera de lo animal. De esta forma construye, a su vez, un bestiario en el que colindan lo onírico y la pornografía.
La exhibición de los orificios penetrados permite que estas nuevas criaturas nazcan fruto, pues, de la encarnación de la naturaleza en el individuo y viceversa.
Este uso de la penetración enlaza directamente con la corriente pornográfica surgida de la censura genital en el porno japonés. Esto le permite conectar, además, con imágenes tradicionales japonesas como el shunga, que representa El sueño de la mujer del pescador, de Katsukisha Hokusai.
Si la primera perspectiva se remonta a los orígenes míticos del ser humano —motivo universal de la génesis de la humanidad a partir de elementos naturales—, la segunda, muestra al individuo presente: un individuo que se refleja ahora como un producto. Aparece, entonces, la presencia del plástico que rodea a la mujer, embutiéndola, deformando al cuerpo. Las fotografías consienten la cosificación del ser humano. Funden la carne con el plástico y la porcelana, formando, así, muñecas inexpresivas en serie o figuras rotas, quebradas por la violencia que vertebra a la sociedad actual. Todo se refleja, entonces, en una sucesión de caricaturas grotescas en las que el individuo se diluye para convertirse en masa, producto o entretenimiento vacío. Daikichi Amano concibe una multitud de fines apocalípticos, determinados por un presente capitalista.
El trabajo sobre el cuerpo es profundo. Los materiales y el sexo transforman la carne, actúan sobre ella, convirtiéndola, así, en la piedra angular de la fotografía. La figura del híbrido ocupa por completo, en la mayor parte de los casos, el escenario que sirve al autor para terminar de afinar la caracterización de sus creaciones.
Encontramos en la producción incómoda de Daikichi Amano la posibilidad de visitar sus suburbios oníricos personales, en los que se da cabida al enraizamiento de estas fantasías crudas y maníacas con las pulsiones e inquietudes más personales del ser humano: los orígenes, el sexo, la muerte y el presente.